Hoy en día, el cine pertenece al cineasta independiente que tiene algo que contar y la capacidad de hacerlo. El nivel de calidad de las imágenes que puede producir un smartphone o cualquier herramienta de grabación de vídeo de última generación es más que suficiente para una proyección cinematográfica.
El cine es ahora un arte democrático
como pueden serlo la escritura, la pintura o la narración oral. El éxito artístico de una película sólo se encuentra en manos del cineasta independiente, ya no en las del poder económico o político. El éxito comercial de la película sólo depende de la capacidad del narrador para atraer al público. El cine se ha vuelto democrático y libre.
El cine puede ser un proceso artesanal o industrial. Años y años de presupuestos, formularios burocráticos, circulares ministeriales, acuerdos internacionales, contactos con ejecutivos de televisión han arruinado la espontaneidad creativa y la urgencia por contar propias del cine.
Ningún arte ha sido tan aniquilado y humillado por el mercado como el cine, y ya es hora de que el público mire más allá de estos artefactos industriales, renunciando a los grandes espectáculos y a las estrellas para alimentarse del cine como expresión individual.
Una película puede hacerse de infinitas maneras

Narrativa, experimental, poética, documental. Puede ser un diario de vida, el relato de una experiencia, una colección de imágenes? El cineasta independiente se desnuda ante el público y su verdadero carácter es su capacidad como narrador. El director es un narrador para un público de hombres libres.
El cine independiente no es comparable al cine que estamos acostumbrados a ver en las salas, del mismo modo que el circo no es comparable a la videoinstalación: son dos cosas distintas. Pocos han comprendido la verdadera esencia y el potencial de un cine independiente, artesanal y personal.
Los críticos no hablan de ello o si lo hacen parecen convencidos de que «falta algo», de que es un cine menor de directores menores a la espera de celebridades y grandes presupuestos. No es así. El cine independiente es sólo otro producto, otro tipo de espectáculo: para ser mirado con otros ojos, para ser disfrutado de otras maneras.
Incluso algunos directores independientes parecen no haberlo entendido, realmente parecen estar esperando «abrirse paso» en el cine de las «estrellas»: intentan imitar y reproponer, con medios limitados, las historias y los estereotipos del cine mainstream. Dando así la razón a quienes desprecian el cine independiente, percibiéndolo como una mala copia del cine con mayúsculas.
Fabio Del Greco